Desde gran parte del siglo XX, con las potentes ideologías totalitarias y revolucionarias primero, y culminando el proceso con las emanaciones ideológicas del mayo del 68, adobado todo con el hedonismo, la superficialidad y la puerilidad de las sociedades desarrolladas, vivimos una época en que la etapa de la vida que más se precia, la única considerada interesante, que tiene valor, que merece la pena, a la que se la exalta y jalea de mil maneras, es la juventud y los valores "externos", que se cree van ligados a ella, belleza, fuerza, actividad, energía, dinamismo...Todos quieren ser jóvenes, todos se sienten jóvenes, nadie quiere perder esa cualidad que le expulsaría del "paraíso". Para ello, si es preciso, se acude y solicita ayuda a todas las artes y las ciencias, intentando buscar el elixir de la juventud. Se ofrecen soluciones a través de la química, de los fármacos, de la ciencia médica, especialmente desde la cirugía, para rejuvenecer; se pasan " eternidades" en gimnasios, salas de belleza...intentando lo imposible, combatir el inexorable ciclo biológico al que está sometido el hombre. Por contra, si hay una edad penalizada en la actualidad, es la vejez, es más ni siquiera se la quiere denominar así, y se acude al eufemismo de la tercera edad. Nuestra cultura actual no la soporta, a diferencia de otras épocas y de otras civilizaciones, donde se la acepta tal cual e incluso se venera y se coloca en un pedestal. La figura de la familia reunida entorno al patriarca, que encarna la sabiduría, el sentido común, el equilibrio, adquiridos a través de la experiencia, de las vivencias acumuladas a lo largo de los años, a quien se le pide consejo, se respeta y se valora en todo y al máximo, ha saltado por los aires, chirría en nuestra sociedad y tiende a ser exterminada. Para muchos, los mayores, son un mal a tolerar en el mejor de los casos. Se les abandona, se les aísla en miserables ghetos, se les minusvalora y si tienen algo de vigor se les carga, no precisamente como premio, con los " cachorros" del clan. Desde muchas instituciones "bienintencionadas", les intentan hacer vivir una "juventud artificial", a fuerza de trasladarlos estabulados, de lugar en lugar, en temporada turística baja. Se les ve caminar en torpes rebaños, por paseos marítimos desiertos, inhóspitos y desarbolados por el invierno. Muchos de ellos caen en la trampa y se convierten, sin querer, en los peores enemigos de si mismos al creerse que viven una nueva juventud artificial y superficial, provocando a su derredor espectáculos lamentables, ridículos, que mueven al sonrojo en el mejor de los casos. En este ambiente, pero nadando en sentido contrario a la corriente dominante, se publica "Mi senectud en mil aforismos", escrito por D. José Manuel Sánchez Gey a sus ochenta y siete años, libro que recoge, hasta mil, como indica su título, una serie de aforismos que el autor empezó a escribir hace veinte años, cuando se jubiló, después de una larga y vocacional trayectoria dedicada a la milicia, y que completa en su parte final con cincuenta poemas, " con el propósito de incorporar mi propia música de fondo a los citados sentires y recuerdos". Sánchez Gey nace y vive en Cádiz, que junto y sus alrededores, es uno de los lugares de España, donde más gracia, chispa, simpatía, humor fino, e ironía hay por metro cuadrado; él como buen gaditano goza de todas esas cualidades que inmortalizara en su inmensa obra, entre otros gaditanos ilustres, el gran Pemán. Cualidades, que no son incompatibles, al contrario, en él forman una perfecta simbiosis con otras personales, su profundidad, su sabiduría natural, sensibilidad y espíritu afectuoso, y con valores que han formado parte intrínseca de su vida, la honradez, la hombría de bien, el amor por su mujer y sus hijos, por el trabajo bien hecho... Hombre de profundas convicciones religiosas, fidelísimo a ellas en todos y cada uno de los momentos de su existencia, los alegres y los umbríos, ha sabido atesorar a lo largo de los años una serie de virtudes que se ven desgranadas en los aforismos que escribe desde 1986, sobre todos los temas esenciales de la vida, el amor, el dolor, el gozo, la familia, la esposa, los hijos, el sufrimiento, la amistad, la fe, Dios, la esperanza y un largo etcétera hasta mil. Como un séneca, combinando profundidad y valores a su idiosincrasia gaditana, ha extraído mil perlas, mil sentencias a tener en cuenta y leer por gente de cualquier edad, y condición. Con su lectura, encontrarán respuesta, en forma de breve consejo, a problemas, dudas, o circunstancias por las que atraviesen. Además acudiendo a los índices, se puede buscar la palabra apropiada que les lleve a los aforismos que desean leer y les puedan hacer bien en ese momento. Como colofón, Sánchez Gey, nos ofrece una serie de sencillos poemas, adentrándose a través de los sentimientos en su propia alma, poemas cargados de belleza y de, honda y recia espiritualidad que sacuden el ser y el corazón de quien los lee. En fin una obra, recomendada para todas las edades, y especialmente a los senectos, aquellos que cumplidos, hace tiempo los sesenta, se pueden sentir profundamente gratificados alentados, esperanzados, conmovidos y ayudados con su lectura.